domingo, 29 de diciembre de 2013

Catálogo de poesía*


Sobre las rocas se abate el tornado
puede oírse acercarse la luz
en este desorden de amanecer.

Un monje desnudo mira a Sonia
en su indetenible quietud
frente a los elementos.
 
Desierto de la luz,
canciones que nacen muertas
para molestar a los demonios
 
La transparencia del aire
es un acontecimiento
misteriosamente feliz
bajo esta lluvia ajena
y este cielo amediohacer:

Ningún otro cielo es posible para la desolación
y el vuelo de los albatros
ninguna palabra más
que este catálogo
de frases hechas
para levantar palabras del suelo,
lejos de días ordinarios
para el común de los mortales.



*Los versos son títulos o están basados en títulos de obras poéticas

domingo, 15 de diciembre de 2013

NATURALEZA MUERTA


Que no, que no:
que no se puede recordar
la flora flora
del viejo parque
rebuscando cando
entre las hojas muertas
del viejo parque
los lirios amarillos,
los nardos blancos,
los condones usados,
entre la hojarasca muerta
del viejo parque
con su verja vieja,
con sus glorietas,
con sus calles,
donde las hojas esconden
al viejo parque,
con sus glorietas,
con sus calles,
ysólo la vieja verja,
carcomida y mohosa,
chirriante,
levanta su sombra
sobre el viejo parque

Escribir como quien sale a la calle a buscar belleza, sin saber si la va a encontrar pero con la mirada puesta en ella.
 
Separarme de la chimenea, salir a la puerta de la casa y en lugar de calle y coches, la puerta dé al campo de noche, cuando la humedad y el vaho se confunden y, a estas alturas del año, sólo el arroyo suena: no el viento, no los pájaros nocturnos. Ni siquiera las cabras nómadas cargadas de esquilas sosegadas.
 
El frío hace en la cara lo que aquel tío de la infancia que pellizcaba los cachetes antes de darnos la moneda de veinte duros.
 
El frío son los veinte duros de plata en la mano.
 
Escribo sobre la tierra mis pasos y descubro a la luz de la luna la escarcha sobre los narcisos: nada puede ser más blanco.
 
Aspiro un perfume helado que imagino más que siento. Mis pasos se detienen como quien suelta la pluma para mirar al techo: ¿qué puede ser más blanco que un Narciso a la luz de la luna? ¿La nieve? ¿La escarcha que lo cubre? ¿Qué puede haber más blanco que cerrar los ojos e imaginar y recordar a la vez ese blanco?

Qué cálidos son los bolsillos. Las manos aún conservan vivo el calor. Huelen a leña.
 
La vereda es un renglón no muy atinado que se oscurece a la sombra de los chopos. Chorrea la hierba sin que se le caiga una sola gota. Transfiere a la bota que la toca un agua espesa que aún no se ha helado ni lo hará ya.

La sombra misma chorrea sin gotear y la tierra y la carne se embeben de la misma sustancia. Nado más que ando. Camino como un buzo sin escafandra por el fondo del mar respirando una mezcla de agua y aire. Mis pasos escriben y olvidan. La vereda es siempre papel en blanco.
Digo adiós con la mano en alto
y otro hombre que podría ser yo
eleva la suya
 
Como hombres nos bendecimos
y nos deseamos lo bueno del día
En la dehesa
las grullas han dejado
solo al invierno
De la calima,
Del alba y la lejanía
Del horizonte de fango de la bajamar
Parecen nacer también
Los pescadores de navajas
Gritos a la espera de silencio
Para ser oídos
¿Nubes? Fraguas
Y la luz huyendo perseguida
por brisas manchadas de barro.
Ratacataplán.
La incertidumbre y el futuro han huido
También cogidos de la mano:
En algún lugar,
Sobre una encina vieja,
Arde el presente
Cada vez que cierro los ojos mis pasos se encaminan hacia las sombras del monte por veredas limpias y ocultas. Cruzo arroyos más fuertes que el verano. Sacio mi sed y sigo monte adentro, tocando la corteza de quejigos más viejos que las veredas y las lindes.
 
Siempre encuentro un lugar con hierba fresca donde dejar caer mi cuerpo un rato para vagar por las gargantas que más lejos me quedan
Al amigo bienintencionado
que para oírme decir “bien”
me pregunta cómo me va la vida
le respondo como hombre trivial
y sigo mi paseo, manos a la espalda,
a la sombra de cipreses cargados de gorriones

Pero la pregunta ya ronda conmigo
y me la hago, esta vez, hablando solo:
¿La vida como si fuera mía?
¿cómo otra propiedad?
Más bien soy yo un carácter suyo.

Ni bien ni mal:
caminada bajo los cipreses
Ahora, sentado en el water,
(que no es mal trono)
mientras ceden mis esfínteres
al peso que soportan,
soy dueño de todo

e invoco al Sol y a la calandria
y abandono mi cansancio
al borde del camino
para levantarme de nuevo
y salir nuevo al mundo

Atrás queda mi carga (que no niego)
mi pie es más libre y más ligero
y sabrá escoger, de entre todas,
la mejor vereda.
 
Aquí me paro un momento
a desear a quien deseo
buena mesa, buena compañía,
sobremesa regalada
y buen cagar
Una hoja de mirto me entrega
una gota de lluvia
y me despierto a mi piel.
 
dejo de ser
mi enemigo.
rasgo los hilos
de mi crisálida
 
Me toca la vida
una que es materia y deseo.
Vestido de gris, como las piedras,
sucio de polvo como la Tierra,
confundido, tamizado por la luz verde que me traspasa,
un atardecer de monte me manchó de malva el espíritu
y borró mi sombra.

Ahora sólo la tengo si se la pido a un árbol y me la presta.

Rimas

Riman el viento y los árboles,
riman el verde brillante y el azul
salpicados de amarillo.
 
Riman los ojos con los atardeceres,
riman los latidos
con esa fuga lenta
de pájaros blancos río abajo.
 
Riman la  noche y los sueños,
el hombre y el camino,
el amanecer y el trabajo,
el cansancio y el sudor.
 
Riman el hombre y la mujer
y las sombras del arroyo
y la sed y el vino,
y la alegría y los niños.
 
Riman la luz y la vida,
la mano y la tierra,
el agua y el fruto
y el Sol riman.
 
Y rima el aire:
quieto, en brisa o en viento,
con cuanto toca:
 
y todo lo acentúa,
constructor de formas,
de perfiles, de ecos.

 
Riman la luz y el aire
con el árbol, con la mano,
con la Tierra, con el Sol,
con el trabajo del hombre al Sol

Pasa la noche sobre mi

Pasa la noche sobre mi como pasan las sombras sobre el fondo del lago,
como pasa la locura tocando en los cristales.
Pasa como el aire a través de la persiana,
como el silencio traspasa mi cuerpo,
como la nostalgia atraviesa el presente.

Si quieres mirar por mis ojos

Si quieres mirar por mis ojos
Aquí tengo para ti este cielo estrellado,
Esas nubes de poniente,
Como fondo de mar silencioso,
Tímida amenaza de una lluvia de verano
(¿acaso no te mojarías conmigo?
¿No dejarías correr por tu cuerpo esas gotas
que yo atraparía ansioso y dichoso
en tus pezones, en la canal de tu trasero,
en tus pies
antes de que se perdieran en tierra?)
aquí tengo para ti el mundo dormido,
el chopo contra el cielo haciendo su vigilia,
la charla secreta de la huerta,
la tibia desnudez de la alberca
(¿te dejarías atrapar, pez
por este torpe anfibio?).
Aquí tienes brisa en el cañaveral,
Aromas de blandura,
Amor bajo las estrellas
Y mi sexo pidiéndote a gritos
Palpitando en la noche de verano

Palabras que se alejan flotando

Pirauista desnudo,
un ramo de hojas muertas te sirve de remo
sobre tu piraua que es leña.
 
Fuego encendido de hojas secas
se hunde en el agua y resurge en silencio:
 
El cielo tergiversa las ramas y las manos
¿Llanto o sudor?
Piraua de leña, fuego apagado:
Te has ahogado

Los niños van del calor al verano

Los niños van del calor al verano
con las chanclillas, el bañador puestos
y la camiseta enredada en la cabeza.
 
Peregrinan diariamente,
medio escapados de la madre protectora,
con el calor de la siesta,
esquivando espinas y cardos,
sintiendo la caricia del pasto seco,
respirando las bolas de aire caliente
que se escapan de la tierra.
 
Bajando la cuesta, al fondo,
serpean las adelfas, los alisos,
los chopos, las zarzas y sus moras,
las sombras y su río
que, en la lejanía, parecen estirar
sus dedos de frescor por las gargantillas,
ahora secas, que desaguaron en él.
 
Medio aturdidos pasan
de las chicharras al pájaro escondido,
de la tierra reseca a la pìedra fresca
y lo hacen en silencio,
aliviados del pasado tránsito.
 
Se tambalean de piedra en piedra
(¡haced lo que haga yo¡)
hasta llegar al charcón
donde el verano se despereza
con los gritos del primer contacto
con el agua fría.
 
Fluye la tarde con el río,
Los niños bucean, se dan ahogadillas,
Saltan desde los árboles al agua,
Ríen, gritan, comen moras
y el pan con chocolate que alguno,
previsoramente, cogió de la despensa.
 
Fluye la tarde.
la luz se va quedando prendida
de las ramas de los alisos
y una brisilla
que va en contra de la corriente
despierta en la piel de los críos
el primer escalofrío
 
En silencio, saciados de agua,
de moras, de risa,
rehacen sus pasos hacia el pueblo
felices, relajados,
acompañados por el olor a poleo
y los demás olores del verano

 
     Media ladera de una noche de otoño.
 
En los hondos se mezclan los grillos con la calima, los mochuelos que la atraviesan con su quejido, con los insignes árboles centenarios; sobre el olor de pasto seco recibiendo la blandura.

 

Muy al fondo, la niebla que se cuaja en su molde empieza a fluir por los cauces secretos que nadie ve y fluye y fluye anegando a su paso cuanto toca, fundiendo con su forma de agua la forma sólida.

 

¿Quién podrá afirmar mañana que en esta hora de ausencia por aquí pasó un río, cauce milenario, de niebla?

 

Habrá quien bañe en esa luz lechosa sus carnes y quien abreve en ellas.

 

Arriba, recortados por el silencio, perpetuos testigos siempre en vela. Son los únicos que saben la verdad: por eso callan. Observan y callan petrificando su silencio, su cuerpo de silencio, hasta cristalizar.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Al tocar tu cuerpo

Caería levemente
Como la lluvia que se filtra
En el sueño
A través del amanecer y la ventana.

Caería como nieve sobre nieve
confundidas
Como brisa que se detiene

domingo, 1 de diciembre de 2013

viernes, 29 de noviembre de 2013

Las hojas de los chopos son pequeñas cometas en el capricho del viento, juntas hacen el rumor de la lluvia por tener el hilo demasiado corto.

Tanto tiran que acaban rompiéndolo.

Yo quiero ser, por un momento, silencio y lecho de hojas muertas, que me pasees haciéndome crujir mientras meditas.

Qué cortas son las tardes de invierno

domingo, 24 de noviembre de 2013

El mar

Despertar oyendo el mar
Sólo el mar,
Esa voz lejana que viene a romperse en la arena
Gemido sin aflicción,
Acaso sólo nostalgia.

La mañana se adivina brumosa a través de la persiana
Y el sordo rumor que la acompaña
Cuenta que la pleamar
Está dejando la playa
Sembrada de recuerdos inútiles:
Unos serán salvados,
Otros volverán al mar,
seguirán disolviéndose
Hasta el olvido.

Salir a mirarlos,
Sólo los que pasan cerca de las huellas,
Reconocer en sus bordes gastados
su singladura
Adivinar por su forma
Cuál habrá sido su vida,
A quién habrán acompañado.
Si acaso, recoger alguno,
Por meditar con él en la mano.

Un gran tronco encajado entre piedras
Lleva años siendo el final del paseo.
Allí hay que sentarse a mirar las huellas vacilantes
Que se creyeron rectas y decididas:
Unas desaparecen, otras han desaparecido,
Algunas permanecerán un rato.

Volver a la casa,
Envuelto en un silencio
De oídos adentro
Hoy ni gaviotas ni viento
Oyendo el mar
Sólo el mar.

Un café, cuatro líneas,
Acaso unas páginas envidiadas,
Entreveradas de miradas
A la niebla sobre el mar.
Desear que se levante al atardecer
Por si es hoy cuando vuelve
Porque esta casa se hizo para ser
Un regalo de estrellas cada noche.

Presentación

No es una errata: es que nunca me he sentido a la intemperie, sino entre los elementos, cuando estoy en el monte. Versos a la interperie es una forma de intentar comprender cómo el paisaje se ha imprimido en mi alma -o mi pensamiento, o la parte inmaterial de mi vida- para crear un carácter, como un espejo, una lente fotográfica o una máquina de tatuar.